Cuarto de juegos |
¿Relación amigable?, ¿aceptación del niño?, ¿actitud permisiva?, ¿un terapeuta que refleja los sentimientos del niño?, ¿un terapeuta que respeta la habilidad con la que el niño soluciona sus problemas?, ¿promuebe responsabilidad de los mismos?, ¿no dirigir al niño dejando que guíe el camino?, ¿ir al ritmo del niño, respetándolo? y ¿un niño que esté consciente de la realidad en la que vive y responsable de la misma a través de límites?. Lo asociamos perfectamente a las bases necesarias para desarrollar una Terapia de Juego no directiva. Pareciera que son conceptos difíciles de entender para cualquier psicoterapeuta que rige aún su trabajo anteponiendo su moralidad, estructuras psíquicas e incluso culturales, puesto que el trabajo de ésta terapia es basado en el niño y no se busca por ningún motivo enseñar ni anteponer nuestros criterios (como debería ser el trabajo de un buen psicoterapeuta en cualquiera de sus corrientes teóricas). Puede que explicar la práxis de ésta terapia sea más fácil si utilizamos un ejemplo real, en el que se utilizó perfectamente cada uno de los principios con los que empezamos. Así que ¿por qué no esculcar los mismos con “Dibs”? (la historia en la que Virginia Axline relata el proceso que un niño etiquetado como autista, retrasado mental y con daño cerebral lleva acompañado por la terapia de juego no directiva).
Dentro del proceso no directivo, la piedra angular es la relación que el terapeuta establece con el niño. En el caso de Dibs, Virginia demuestra que con sencillez y franqueza se puede establecer un vínculo amigable donde el proceso parte para que sea fructífero y es así como Dibs desde el primer momento, aunque ella solo permanecía de pie cercana a él, logra sentir la confianza o el vínculo necesario para tenderle la mano y dirigirse al cuarto de juegos aún sin conocerle. El ser amigable incluye definitivamente aceptar al niño quien puede romper muchas estructuras socialmente aprovadas o puede provocar en nosotros un instinto que trate modificarle y acoplarlo a lo que esperamos los adultos que le rodeamos. Sin embargo, se muestra cómo Virginia acepta desde el principio totalmente la actitud de Dibs. Respetando sus diferencias, sus actitudes, sus conductas, emociones, pensamientos, hasta sus silencios.
“Ay, yo odio-odio-odio …te escupo en la cara. Te escupo en el ojo. Te arranco la cabeza en lo profundo de la arena …¿te gustó mi canción?” “Esa fue toda una canción” (mencionó de último Virginia. Esto definitivamente pudo haber causado una actitud moralista, restrictiva, limitante o de utilizar lo que dijo para profundizar más, violando el tiempo del niño. Sin embargo, la respuesta que recibe no es ninguna de las anteriores. Simplemente recibe un comentario que no aprueba ni desaprueba lo que dice. Esto nutre en mucho la confianza que Dibs manifiesta en el transcurso de la Terapia de Juego no directiva y le demuestra la actitud permisiva con la que su terapeuta maneja su relación. Esto le permite pensar, ser, sentir, actuar libremente y propicia que él sea el único que juzgue su actitud y la revalore.
Dibs: “hace un día lindo afuera. Miss A. ¿por qué es siempre un día lindo cuando estoy aquí? Virginia: “¿te parece que siempre es un día lindo cuando vienes aquí?”. Ejemplos como éste permitieron a Dibs sentir reflejados sus sentimientos, actitudes, pensamientos; y fue ésta la forma en que él fue realizando Insight que permitieron que él mismo fuera comprendiendo y modificando las conductas junto con sus emociones valorizadas por él mismo como importantes o no. Así, vemos el valor y la importancia del adecuado manejo del reflejo.
Dibs: “Aquí es donde hice una prisión para él …y lo enterré en la arena. Después me pregunté ¿por qué habría dejarlo salir de su cárcel? …y luego me dije: que lo dejara libre”. Virginia: “Entonces ¿decidiste dejarlo libre?”. Dibs: “si, nada más quería yo darle una lección”. Virginia: “te comprendo; solo querías darle una lección” “Dibs sonrió con una feliz expresión de alivio”. A lo largo de las sesiones con Dibs, Virginia no pretendió en ningún momento saber más a cerca de los conflictos que él manifestaba sino respetó totalmente las decisiones que iba tomando, los cambios que decidía hacer aunque de una forma metafórica en su juego, realmente era traspasado hacia la vida real. De otra manera, el proceso hubiera sido truncado y los cambios tan radicales que él pudo experimentar no habrían existido.
Virginia: “No le pregunté si quería irse. En realidad, no había decisión que él tuviera que tomar. Tampoco le pregunté si le gustaría regresar. Podría no querer comprometerse; además, a él no le correspondía decidir”. Éstas fueron los pensamientos de Virginia en la primera sesión. Se evidencia la importancia del establecimiento de los límites desde el principio; que buscaba que Dibs entendiera que habían ciertas cosas que tenía que respetar y hacerse responsable. Daba por otro lado, cierta contensión, sin que esto contradijera a la actitud permisiva de la que hablabamos al principio.
Dando un vistazo a algunos diálogos que mantuvo su terapueta, comprendemos mejor el manejo que se debe tener de los objetivos de la terapia de juego no directiva. Por otro lado para evidenciar su progreso es importante hacer un vistazo también a la conducta que antecede al mismo y el fruto de emplearlo en Dibs.
Al referir acerca de la conducta de Dibs, previa a realizar la psicoterapia de juego, es claro que esta resultaba sumamente contradictoria y confusa, tanto en el aspecto académico como interpersonal. Las maestras y tutoras del niño afirmaban que el mostraba una gran habilidad y notables destrezas en ciertas áreas académicas, sin embargo en muchas otras era catalogado como un “débil” mental.
A menudo, Dibs dedicaba mucho tiempo de su estancia en la escuela leyendo libros y examinando cada página de estos. Las maestras no sabían si Dibs comprendía los contenidos que estaban en los libros o si solamente ojeaba las imágenes. Dibs nunca participaba de las actividades realizadas con otros niños y siempre que se le trataba de incluir en alguna actividad, él reaccionaba de forma agresiva hasta llegar, incluso, a agredir físicamente a alguno de sus compañeros.
En múltiples ocasiones, Dibs se tornaba inerte, recostado boca abajo en el piso. Esto sucedía principalmente cuando alguna de sus maestras se acercaba a leerle un libro o le incitaba a realizar alguna actividad. Ellas afirmaban que no sabían si Dibs estaba ahí escuchando o si estaba inmerso en otra realidad. No obstante, fueron sus mismas maestras que afirmaron que parecía ser que esa conducta extraña y peculiar de Dibs no representaba la ausencia del niño en las actividades, sino que él se enfocaba en examinarlas desde una postura externa y alejada del contacto con los demás.
En otra instancia, la inteligencia emocional e interpersonal de Dibs parecía excesivamente precaria. Dibs no tenía amigos y nunca se relacionaba con ninguno de sus compañeros. Se tornaba extremadamente hostil cuando sentía que algún otro niño invadía su espacio personal, al extremo que en múltiples ocasiones ocasiono daño físico. Así mismo, era claro observar que Dibs no mostraba interés ni habilidad para realizar tareas personales aparentemente tan sencillas como el quitarse su abrigo, sombrero y botas, y colocar las prendas en el espacio correspondiente del salón.
En términos generales, la conducta de Dibs, previa a la realización de la terapia de juego no directiva, resultaba encajar en el perfil de un niño autista; manifestando la negación y rechazo al contacto físico con otras personas, lenguaje limitado y nulo interés de socializar con los demás, reacciones sumamente agresivas e inadaptadas ante la aparente amenaza de su espacio personal, juego estereotipado y conductas repetitivas. Así mismo, Dibs era etiquetado como un “débil” mental debido a su incapacidad para seguir instrucciones, responder a su nombre, poca habilidad psicomotora y la ausencia de una comunicación verbal.
Ahora bien, posterior a la terapia de juego no directiva, se pudo observar un cambio radical en la conducta de Dibs. Resultó mostrar que su habilidad de lectura era superior al promedio y que académicamente era un niño superdotado. Así mismo, mostró un creciente interés por relacionarse con los demás niños de su salón, sus maestras y los miembros de su familia. Empezaba a participar de las actividades grupales del salón, a incorporarse y tomar un papel activo y particular dentro de su grupo de trabajo. Las conductas agresivas desaparecieron, junto con la conducta de defensa que adoptaba cuando se sentía amenazado.
Su habilidad psicomotora mejoró significativamente, ahora los movimientos de Dibs eran más firmes y adecuados al juego. Así mismo, sus actividades dejaron de ser repetitivas y estereotipadas para evolucionar en conductas orientadas a objetivos concretos. Podía seguir instrucciones exitosamente y respondía efectivamente cada vez que se le llamaba por su nombre.
Es claro ver entonces que los cambios en la conducta de Dibs fueron a gran escala. Se tornó de ser un niño completamente aislado, agresivo e inadaptado a ser un auténtico líder dentro de su salón de clase, muy exitoso académica y socialmente. La terapia de juego no directiva le permitió a Dibs explorar sus más profundas emociones y construir una identidad sólida que le diera la seguridad y estabilidad necesarias para enfrentarse al mundo.
Entonces ¿por qué no utilizar la Terapia de Juego no directiva?
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